EXCELSIOR

8 DE ENERO DE 2004

 

LORENZO DA FIRENZE, NOMINADO COMO MEJOR DRAMATURGO DEL AÑO Y FELICITADO POR BUSH

 

El poeta Lorenzo da Firenze, autor del libro “Los Magantes”, fue felicitado en días pasados por el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, George W. Bush, con motivo de que pronosticó la temporada de la caída del dictador terrorista Saddam Hussein durante la presentación de su obra ocurrida unas semanas antes del acontecimiento.

En su antología poética incluyó haikus y poemas en el idioma lorelvi, inventado por el autor a los 17 años de edad, presentada con gran éxito a la comunidad cultural e intelectual de la Ciudad de México, en la mística Capilla Gótica del Centro Cultural Helénico de esta capital.

Resaltó entre sus lecturas una severa crítica a los hombres que considera tiranos y se enclaustran en el poder más de diez años, como el caso del ex-poderoso líder Saddam Hussein, a quien denomina director y creador de un “régimen tirano”….

Añadió que debemos también derrocar a dictadores como Fidel Castro, Yasser Arafat y otros déspotas que denigran la condición humana. Además le pide al papa Juan Pablo II que ya fallezca, porque después de 25 años en el poder se convirtió, de un benefactor para la humanidad y para los fieles de otras religiones, en un dictador intransigente para su propia grey, y con pasados 83 años de edad es un viejo caduco y babeante. Ya sobrepasó la edad de jubilación de 80 años que exige a sus propios cardenales, y hace tiempo que perdió la fuerza de ese nuevo líder que necesita la Iglesia Católica para restaurar la fe perdida de muchas de sus ovejas, así como defender su fe de los millones de enemigos y detractores que tiene la Iglesia -en la actualidad la institución más vilipendiada de la humanidad. No es justo que mientras su líder goza de la adoración de fieles y ajenos, su Iglesia se está resbalando en un abismo de desprecios sin solución. Juan Pablo II, lejos de resolver este caos, lo ha empantanado más. Hace falta su muerte y la elección de un nuevo pontífice en cuyas manos recaiga la esperanza extraviada y la caridad destruida de millones de católicos.